Cuento en verso
Caminas, pisas tan fuerte
como la tierra lo pida.
Los pies no te duelen,
pareces ir volando.
Pronto llega la noche
y sigues aún en el camino.
Apagas la linterna,
ya no es necesaria
¿Alguna vez viste un puñado de luces
tejidas en el horizonte?
Ahora comprendes todo;
naciste para este instante.
Y a lo lejos, un canto dispar
de sapos y ranas.
Estás vivo, te dicen
y tú, cobardemente, sueltas una
o
dos lágrimas
de espaldas a los peregrinos.
¡Vámonos! Dice tu hermano a lo lejos,
y el calor de las estrellas
se pierde con el canto del pantano.
Ya amanece, nadie comió nada.
Y se abre ante ti el paisaje desierto.
Regalas tu agua y provisiones
a los niños que te siguen
desde las primeras horas del sol.
Justo antes de llegar a tu destino sientes,
sin ser creyente,
que te ha purificado una fuerza misteriosa.
Se suelta el aguacero y despiertas del sueño.
Ahí está tendido a lo lejos el féretro
con el cuerpo de Jesús.
Ni siquiera te acercas.
De vuelta a casa desfilan edificios.
Por fin llegas y el tormento vuelve.
Cuánto más has de esperar
para verte lejos de casa.