viernes, 31 de diciembre de 2010

De bicis y encontronazos

Existen toda clase de ciclistas: los profesionales, aquellos que se distinguen por su buen porte, los cascos, las gafas, las bicicletas más livianas que sus piernas solas. Luego destaca la gran multitud de aficionados: quienes por lo regular no usamos casco, compramos la bici que nos sea útil nada más para andar, no como deporte, sino como una manera de despegar los pies de la tierra. Por último están los que usan la bicicleta como medio de transporte. Estos últimos son chalanes, repartidores, etc., y siempre andan a las prisas. Pues bien, nosotros los aficionados disfrutamos de la bici como nos sea posible. Disfrutamos las personas, los paisajes y no vamos muy atentos en los cambios de velocidad, en si debemos apresurar la marcha; a veces pareciera que pasamos a ser parte de la bici, como un ser con torso humano y patas de rueda.
Últimamente la fiebre por las bicicletas para dos personas ha vuelto. Son tentativa para nosotros, los aficionados, que gozamos de utilizar tantas bicis como nos sea posible aunque no sepamos nada de comodidad, estabilidad, arranque, freno... y veamos las consecuencias:
Han sido tan populares éstas de las que hablo, que ayer por la tarde, entusiasmada por la idea de divertirme con un amigo igual de iluso que yo, caímos en la tentación. El control de la bici se vuelve tedioso los primeros minutos, pero luego llega la calma, el confort, el papaloteo, las pláticas sinsentido, las risas, las bromas, los volantazos. Todo viene incluído. De los aficionados no depende casi nunca que nos atropeyen. Son los que usan la bicicleta como medio de transporte los que no miden consecuencias. Sólo piensan en llegar a su destino en el menor tiempo posible.
En ésa situación nos encontramos. La curva, la salida de la vereda fue un éxito, yo de pronto divisé a uno de ellos acercarse sin deseos de frenar hacia la misma dirección que nosotros. En vano los gritos de mi compañero: ¡Frena, frena, Luz, frena! cuando quise frenar, hundirlo hasta el fondo, el muy maldito no respondió. No escaparon mis manos a tiempo del manubrio. Volé, luego caí. Mi boca, mi boca con el labio abierto, el diente roto, ¡mi boca!.
No me lastimé, no tengo que preocuparme, hay remedio. Sólo puedo decir que esto de ser un conductor aficionado, si bien nos libera de muchos formalismos, se vuelve un problema cuando nos enfrentamos contra aquellos que no disfrutan el paseo, porque creo, esos no llevan ni siquiera frenos. Da igual si los usan o no. Pude haber muerto y el tipo aquél en este momento estaría roncando en su cama, pero la suerte (aunque no lo parezca) me acompaña.


(Por fin un pensamiento optimista)

domingo, 26 de diciembre de 2010

Lejos de mi locura está tu universo

martes, 21 de diciembre de 2010

Moriré de alcohol, de whisky amargo
caminaré en los batallones de la psicodelia
afanada por el reencuentro y la memoria

Provengo de una casa vieja y astillada
con un mar de fotografías sobre el suelo
ahí ha quedado mi niñez pisoteada
sólo conservo recuerdos ajenos

Es que nunca he anhelado más que no ser yo
no este cuerpo mísero y corrompido
que sólo causa daño

Me he convertido en materia inútil
en el desamparo de los pobres
y la humillación de los otros

Siempre me conservo en el centro
en la tibiedad sin ecos
en este conformismo absoluto
porque hasta mi nombre es irreductible, intransformable

Alguna vez supe sentirme distinta
pero navego en la corriente de personas
soy piernas que han quedado sin fuerza
cabeza plagada de afecciones
mente incompleta, cábula del hombre

De arrojarme al tiempo estoy segura
Es impreciso saber dónde confluye
la verticalidad del cielo extenso
Tripularé en picada y mis ojos
aún en último instante fijarán su vista al sol

sábado, 11 de diciembre de 2010

Llegará el día, la luz de madrugada y el viaje. Tus ojos aceituna se alejarán en el adiós de invierno. Una estatua escarchada alargará su sombra inmóvil. Yo caeré de frente a la acera, embarrada de agua gris. La furia y la ciudad me han vuelto loca. Duermo gimiendo maldiciones, tengo ganas de matar.
El fastidio: mi amigo, la entrega, el desconsuelo. ¿Qué he de hacer para mutilar un corazón y volverlo mío?
Esfuerzos en vano, la mala noticia, el robo, el soborno. Gente inmunda que creí mi amiga.
No queda nada de un falso amor, sólo un hombre viejo sin casa, sólo la esperanza de que por fin el bien triunfe sobre el mal. Pero es cada vez más pesada la espera, nunca llega, nunca llegará.
Por eso me voy, ahora sólo tengo lágrimas enfrascadas a falta de agua, a falta de lluvia.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Yo me safo

Llegó mi madre hace escasa hora acompañada de mis tíos. En unas bolsas grandes de plástico blanco venían amontonadas prendas de mi abuelita. También había bolsas de mano, abrigos, todo con fuerte olor a humedad. Me llena de pronto el recuerdo, la época melancólica misma de la cual hablo una y otra vez, hasta sentirme atrapada. Mi madre preguntó si estuve llorando. Respondí con un seco NO, luego vi sus manos sosteniendo fuertemente las bolsas e intenté suavizarme. Respiré y entonces completé mi respuesta: no estaba llorando, es por la computadora, porque me canso de no saber cómo hacer mi trabajo y ya es para el martes. Insistió con la idea de pensarme llorando; entonces parecí molesta. Recapacité, eché de nuevo un vistazo a sus manos sosteniendo las bolsas con tanto amor, con tanto afán, que por fin respondí de la mano con una sonrisa encubriendo verdadero llanto: no, ma, estoy cansada pero no tengo nada por qué llorar. Pensé entonces en sus manos cargando las bolsas y en el contenido de éstas. Lloré, lloré mientras se adentraba a tientas con dirección a su pequeño cuarto y quise acariciar su cabello con unos rizos bastante llamativos que todavía no sabía de dónde habrían salido. Rápido me sequé e intenté concentrarme en mi escrito. No pude, apareció con su carita tierna preguntándome cómo le quedaba un abrigo de mi difunta abuela. Callé, callé como siempre hago y respondí un seco BIEN. "No me importa que me quede grande, lo mandaré a la tintorería y lo voy a usar". No pude contener la idea intermitente de su mirada más tierna que nunca, de sus rizos graciosos en medio de tanto cabello lacio. Me pareció una niña. Pensé en la falta que me haría cuando ya no esté.

Ahora ha quedado mi escrito a un lado, me concentro en idioteces simples y fanfarronadas en internet, sin querer afrontar mi triste realidad. No sé estudiar.

lunes, 8 de noviembre de 2010

No es 2010

He tenido sueños con ustedes, pero lucen más jóvenes. Personas que amé en otra época.
Me consuela saberlos vivos y viejos, me consuela el racimo de flores que recibo cada mañana sabiendo quién las ha mandado. Pequeños detalles son los que confirman su existencia, muy pequeños a decir verdad.
La cuenta de los años se me ha traspapelado entre diversos calendarios, el más reciente que encuentro es 2010. Lo que definitivamente he olvidado son los días que llevo sin mirar sus ojos de inocencia, éramos sólo jóvenes con algunos sueños. Nuestros padres he de suponer que ya han muerto; por mi parte la utopía se ha marchitado. No soy ni la esencia de mi ser.

Hace mucho un artículo en alguna revista científica me advirtió que dentro de treinta años sería imposible observar las estrellas debido a la contaminación luminosa. Bueno, supongo que las tres décadas ya han pasado, pero fue una trancisión tan lenta que no me permitió siquiera recordarlo hasta hoy, tiempo demasiado tardío  en el que ya es imposible dormir. ¿Cuánto tiene que no salgo de este cuarto? No lo sé. También escuché de la ruptura de la sociedad, de lo innecesario que sería el acto sexual, el acto reproductivo. En un principio la iglesia, las religiones parecieron burlarse de la ciencia, pero las generaciones con fé ya murieron. Esos fueron nuestro padres. Nosotros nos quedamos a la deriva tratando de revolucionar el mundo. Primero legalizando las drogas, el aborto, tantos tabúes rotos. Derrocamos las instituciones y creamos nuevas, convencimos a los más jóvenes con la esperanza de un mundo sin lo que llamaban "moral", para fundar nuevos criterios que sabíamos, en algunos años serían superados.

Ahora de ellos es el mundo. Hoy he vuelto a advertir una estrella en el cielo, quizá alguien en alguna parte del extenso mundo soñó conmigo y recordó cuando éramos jóvenes y mirábamos las estrellas como gatos en las azoteas, cuando parecía rebeldía consumir narcóticos. En la secundaria me asombraba la revolución industrial, el siglo XVIII y la llegada de las máquinas, los medicamentos, la anatomía, la astronomía. Ahora no me logro cuestionar siquiera qué vendrá más adelante. Mi padre alguna vez dijo que todo lo imaginable era posible. Yo ya no tengo nada que imaginar.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Me entusiasma la idea de algún día ser inteligente

sábado, 30 de octubre de 2010

¡Recordemos 
                    de una vez por todas que esto, estos conceptos y abstracciones,
                     son creación humana!

viernes, 29 de octubre de 2010

Hoy es día de esperar a que aparezcas en un sueño, 
tal vez vengas, 
tal vez la lluvia te traiga en un río de besos
y el viento alivie la humedad de tu carne golpeada

y esperando entre el tiempo la cura llegue
y el sol disimule su bello cuerpo entre las nubes
que con el pasar del tiempo se irán al oriente
hasta que en tu despedida ellas regresen
con la ráfaga del viento que te alejó de mi noche
y el trino de las primaveras retumbe entre montañas

cuando el calor me agote
tus dedos bailarines caminarán entre marfiles blancos o negros
la melodía de este clima, la hoja que cae
un álamo desnudo 
mientras África me abruma danzando rituales
invocando la lluvia, el río de besos
una opresora ráfaga de viento

sábado, 23 de octubre de 2010

"¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo conmigo!"

Un anhelo

No ser de nadie un bello recuerdo
pronto esfumarme y darme cuenta de la vasta
insignificancia de mi nombre
voltear con vista hacia el sur y contemplar
las llanuras desiertas donde intenté plantar un árbol
que nunca creció
Reducirme a las partículas del aire
evaporar tu perfume
borrarte, borrarte
de la manera que hoy no puedo

Devuélveme un solo favor
y vuelve a tu vida antigua
cuando yo sabía
de la vasta insignificancia
de mi nombre y tú eras un hombre
con la felicidad comprada

Soledad, aquí están mis credenciales
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo
creo que pasaremos juntas temporales
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo


Aquí estoy, te traigo mis cicatrices
palabras sobre papel pentagramado
no te fijes mucho en lo que dice
lo encontrarás en cada cosa que he callado


Qué raro que seas tú quien me acompañe




viernes, 22 de octubre de 2010

21 de diciembre

                                                                                                   A María del Carmen Arenas Romero
                                  

Ya es otoño y la mañana me congela, moqueo. No quiero pensar en lo que el abominable invierno me traerá entre abrazos melancólicos y risas fingidas.
Yo no quiero que sea invierno, porque mi abuela ya no estará. Ni tampoco estarán mis ganas de morir de frío, ni de viajar, ni del derroche que me llega como única oportunidad.
El invierno es una cosa triste donde los animales huyen. Pero yo me tengo que quedar. Estoy harta de ser humana, de no tomarme la vida como algo serio, de jugar a resistir las heladas madrugadas esperando sólo el amanecer.
Hoy escribo desando que mi abuelita no se muera, quiero escuchar de nuevo que nada le parece, que la dejen comer dulces. Quiero ver cómo su autoridad ya no le importa a nadie y ahora ella tiene que obedecer. Quisiera cenar el 24 comida simple que pierde su simpleza con el sabor de la leña, del horno que mi abuelo fabricó. Pero este invierno es negro, es luto. Se me van las ganas de que llegue, se me van los días entre las mañanas heladas y las tardes pensando que algún día, en este invierno, posiblemente nevará.
¿Qué hará mi madre cada vez más vieja y pobre? Estoy cansada de aguantar el llanto y de que ella se resguarde en dios que es siempre tan injusto. Y mi padre con sus problemas, ausente, callado. Y mi hermano viviendo en un mundo que no conozco, triunfando en el amor, con preocupaciones que no entiendo.
Déjenme todos quedarme con los buenos recuerdos que ya ni entre sueños descubro. No me los arrebaten, pues ya está próximo el invierno.

lunes, 18 de octubre de 2010

Para escribir una carta amorosa, uno sencillamente debe aprovechar todos los recursos gramaticales, ortográficos, léxicos y demás que se nos vengan a la mente hasta que se esté conforme con lo que se quiere decir, sin olvidar al final un "te quiero" o "te amo" dependiendo los permisos que el remitente tenga con el destinatario.

No hay que olvidar hablar de los recuerdos para hacer entrar al lector en un estado nostálgico, de ese aire triste invadido por los suspiros. Es necesario también hablar de los pesares psicológicos, de la vida, de los acontecimientos sin el otro, de qué tan vacío es todo, del añoro y el deseo. No olvidemos los valiosos puntos suspensivos, las preguntas que tal vez nunca queden respondidas, de la culpa, el añorar un regreso de manera discreta, mesurada. Querer que el otro nos tenga confianza, o mejor aún, creerlo así.

Ser como un perro, sentirse querido. Hacerse la víctima si no hay respuesta, no quedarse con la horrible duda (¿y si ya no me quiere?). Quedarse exhausto, exprimir las palabras, hacerlas sonar lindas, amorosas, querer parecer únicos, querer convencer de que somos los mejores amantes, como si nadie jamás nos fuera a superar.

Releer el texto, borrar, corregir, reescribir, hasta que uno se maraville de las falsedades que están a punto de ser leídas por alguien más para rescatar la atención perdida, porque muy dentro todos sabemos que el pasado no tiene remedio.

martes, 10 de agosto de 2010

Quiero hacer puré de gente y comerte sazonado junto a todos los demás

Doña Ambigua

Existió hace algunos años una mujer para la que trabajé gran parte de mi vida. Todo el tiempo daba órdenes que nunca fui capaz de entender. Nunca pude complacerla, ni un sólo día hice las cosas tal cual me las pedía. No sé si yo era muy tonta o realmente era ella la incomprendida. "Órale, no seas floja y ponme a hervir el agua", me ordenó alguna vez mientras yo pensaba "¿yo floja?, si es ella la que no puede ni pararse para hervir el agua y me pide que la ponga". Y ahí me ven parándola de su sillón chirriante mientras me miraba extrañada. "¿Pos no que la pusiera a hervir el agua?". "No, pendeja, que me pongas a hervir agua. Que pongas a hervir agua para mí". "Ah, caray, usted me disculpará..."

"La otra vez vi a mi ex marido saliendo de la casa", confesó muy tranquila mientras la miraba con asombro. "Pero, ¿cómo?, ¿que no había cambiado usted las cerraduras?". Horas después de mucho pensar, me di cuenta que hablaba de ella saliendo de la casa, no de él. Sólo pude pensar en lo estúpida que era y en la forma en la que mi patrona pensaría de mí, pues no era capaz de comprenderla, tal vez no me encontraba a su nivel intelectual.

Con el tiempo cambiándola poco a poco, cayó enferma en cama y no fue capaz de reponerse. Los cuidados se volvieron cada vez más intensos. Era desesperante para mí no poder entenderla. No hay día que no me sienta culpable por no haberla atendido como ella lo necesitaba. Fue entonces cuando descubrí que una persona ya no bastaba. Conseguí a algunas amigas para que me ayudaran y yo pudiera descansar. Había envejecido a la vez que lo hacía mi señora. Pero ¡qué problema! Las chicas que contraté todo lo hacían al revés. Me recordaron cuando yo era de su edad: igual de atarantada y torpe. ¿Así me vería? A veces no podía más y estallaba en risas de esas que llenan de espasmos el abdomen, de esas risas que provocan lamentos pero que se vuelven incontenibles y sólo queda esperar a distraerse en algo más para que se olvide la razón por la que empezó la carcajada para que luego ya no parezca tan divertida como en un principio; así hasta que resulte molesto recordarlo y uno empiece a sentirse simplón e inmaduro.

"Sírveme café solo en media taza"

"Ya no traigan a la perra de María, que me deja la casa hecha un asco".

"Señora, la quiero mucho, de verdad". "No, yo más"

"¡Viste a ese gato!"

"Córtame un par de naranjas"

"Pásate el trapeador en el pasillo"

"Compra dulces de la esquina de diabéticos"

Hasta que un día, como ella hubiera dicho, dejó de vivir sin que se dieran cuenta.

domingo, 8 de agosto de 2010

Pájaro azul

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?



Charles Bukowski

miércoles, 28 de julio de 2010

Quiero un chip antisecuestro para que suene cuando no me encuentre, para que suene cuando a veces cierro los ojos entre una turbulenta carcajada exhalando humo denso de mi boca.

Quiero un chip antisecuestro para hablarme cuando no me escucho, cuando pienso sin saber qué cosa. Lo quiero para bajar a la realidad por un segundo y dejar de perderme en los volcanes activos rellenos de lava hirviendo. Quiero dejar de irme por los abismos peligrosos en las planicies de nieve que están al borde del Everest, porque me asusta la altura y la pronunciada caída libre desde la punta hasta los congelados cadáveres que ahí han quedado.

Quiero un chip antisecuestro porque la vida es dura y la gente nunca me encuentra cuando quiero estar con ella. Quiero dejar mi rastro como sea, saber que me encuentran aunque yo esté perdida. Lo quiero para que los malditos que quieran violarme una noche de angustia en el D.F. queden con la cara negra de sangre coagulada, castrados gimiendo ante su primer derrota. Quiero quemar vivo al que me siga no sabiendo su suerte, no sabiendo de su divertida muerte.

martes, 20 de julio de 2010

"El bicho"

Una cosa es pensarlo y otra hacerlo. La verdad no sé si me atrevería a matar a una persona; la vida de un ser humano, en el momento en que asesina por primera vez, jamás vuelve a ser la misma. Yo aún recuerdo la vez que maté a un gato, nunca he podido olvidar la horrible sensación de verlo muerto entre mis manos: era muy chico y mi mamá había adoptado al animal ya algo grande. Casi siempre se escondía debajo de un trastero. Sólo sacaba la pata de vez en cuando para acercarse los pedazos de carne que le dejábamos en el piso. Si pasabas cerca de ahí, te aventaba la mordida sin que te dieras cuenta.

De aquellas tardes de juegos, una vez estando con Víctor decidimos sacarlo a jugar...

-- ¡Órale, "teto", no lo dejes escapar! ¡Arrincónalo!
-- ¡Pérate que corre bien rápido!

El gato corría desorientado por todos lados del patio donde vivíamos, no hallaba escondite seguro. Nosotros mejor que nadie conocíamos la preciada vecindad.

--¡"Vítor", ahí te va, no dejes que se te escurra entre las piernas! ¡Tápale, tápale! ¡Ja, ja, ja, ja! 

Chocaba con las paredes, con ventanas cerradas de la casa, con las piernas y manos de mi hermano, estaba siendo ridiculizado después de haberse creído tan salvaje oculto debajo del trastero.

-- ¡"Teto", se te escapa el pinche gato, va para allá atrás!
--¡Híjole! ¿¡Viste dónde se metió!?
--Vamos a ver

Al fondo se encontraban afiladas cubetas de chapopote a medio tapar con páginas viejas de periódico; el gato sin saber que la superficie no era segura, cayó al instante dentro de una. La desesperación me entró luego luego de verlo ahogándose todo lleno de negro encima de su pelo negro también: sabía que se nos iba el bicho. Quise salvarlo, pero gemía irremediablemente, vomitaba más y más negro, todo negro, anunciando la muerte.

--¿Ora qué hago?-- pregunté como para dentro, Víctor yacía sentado cuidando que nadie se diera cuenta.

No tuve opción, con las dos manos le rodeé su ahora visiblemente más delgado cuello. Apreté con los ojos cerrados aguantando rasguños y los gritos del animal, hasta que de pronto un silencio arrasó con la tarde cristalina de primavera. Lo dejé ahí tirado, viéndolo por última vez tiezo y pequeño, yo con las manos sucias, Víctor anunciando la llegada de mamá.

--Métanse que ya está oscuro allá afuera-- dijo mientras la seguíamos en plan de confidencia.

Nosotros esperábamos sentados en la mesa mientras ella lavaba los trastos.

-- De veras, ¿dónde está el bicho? no me está arañando como es su costumbre.

domingo, 23 de mayo de 2010

La ventana (II)

A Papá

Reviví un lúcido recuerdo donde casi al término de la calle se encuentra un hogar.
La fachada es de un color viejo, parecido al salmón. Tiene escaleritas junto al balcón que desde lejos aprecio.
Por fin llego. Un pajarito amarillo está tras las rejas de una jaula de alambre coloreado de rojo. Se pasea, sostenido por sus patitas, de uno en uno, sobre los asimétricos barrotes.
Es un lugar de nostalgia intachable. No hay nadie en casa, un mosquitero de yute verde se abre al tiempo que lo empujo casi sin tocarlo.
La casa huele a caldo recién sazonado. Una salita a la izquierda, forrada de plástico roído por doquier. Luego a la derecha (vista que tengo, inmóvil, bajo el marco de la puerta) un pasillo obscuro: al fondo una habitación sin puerta, sólo con una cortina. De éste proviene una fragancia peculiar, a colonia de aquellas que mi padre solía utilizar.
No hay nadie, lo sé. Estoy en donde pertenezco, o es acaso que aquí me pertenece. Todo esto me pertenece, porque sólo a mí me ha llamado a entrar. Y en él, se vuelcan imágenes, dibujos de libros de texto, la ventana desde donde dos osos de nube ruedan por la montaña, con patas alargadas. Me siento de pronto en el sillón individual, con vista a la calle. Todo es perfecto, aquí, en este recuerdo perdido que hoy no decidí dejar escapar.
Este aquí, el de la tierra podrida
va pariendo cuerpos sin alma... demonios
Inclinan esos sus huesudos cuerpos
abajo, arriba, un lado, el otro... danzando

Las manos dejan ya de sostenerse;
la primera dice adiós y desaparece.
En fila siguen las demás,
ignorándose bailando al mismo compás

Se demuelen, uno tras otro, los sombríos edificios
después del estruendo queda impecable silencio
Es primavera y las margaritas se asoman
entre la recién crecida hierba fresca

De otros tiempos es la ventana
de aquel segundo piso
o quizá lo son todas las ventanas
de aquellos segundos pisos

Cae siempre tan distinta
el agua alegre de esa fuente
De la punta se desploma hacia el vacío sin fin
luego renace cristalina
para volver a caer

Fueron esos cuatro años la época
de las sillas rosa
con agujeros en el respaldo
por donde la chiquilla imprudente
espió por vez primera al que al frente suyo
se solía sentar

Fue la época de los vestidos cortos
la luz amarilla, una noche de insectos
una habitación contigua con dos soñadores
la primera antena en el cerro
un marzo eterno
el canto de la chicharra
la furia del sol que cela a su luna

sábado, 22 de mayo de 2010

Punto final

De pronto estoy ahí: inmóvil frente a un muro blanco que ha de indicarme la barrera entre mis pasos y la habitación siguiente.
Entonces retrocedo y miro mi sombra alargarse a contraluz. Un vacío me hace seguir hacia atrás. Veo de reojo muros y más muros blancos que se repiten indefinidamente hasta sentir ,de golpe, contra mis manos que van tanteando, un muro. Otro muro. Mi mano reconoce los ladrillos. Es otro muro.
Doy media vuelta y continúa la historia: mis pasos, la sombra, los muros, las manos, el muro. Es un cuadro, una pintura. Es un bastidor limitado por un marco también blanco. Soy un punto, el primer color en este espacio. Un punto estricto, céntrico, exacto, que se despliega hacia las cuatro esquinas, y entonces se forman los triángulos. Los cuatro triángulos idénticos vistos desde cualquier posición. Me convierto en el final de un largo pasillo. La fuga, el vacío.