lunes, 8 de noviembre de 2010

No es 2010

He tenido sueños con ustedes, pero lucen más jóvenes. Personas que amé en otra época.
Me consuela saberlos vivos y viejos, me consuela el racimo de flores que recibo cada mañana sabiendo quién las ha mandado. Pequeños detalles son los que confirman su existencia, muy pequeños a decir verdad.
La cuenta de los años se me ha traspapelado entre diversos calendarios, el más reciente que encuentro es 2010. Lo que definitivamente he olvidado son los días que llevo sin mirar sus ojos de inocencia, éramos sólo jóvenes con algunos sueños. Nuestros padres he de suponer que ya han muerto; por mi parte la utopía se ha marchitado. No soy ni la esencia de mi ser.

Hace mucho un artículo en alguna revista científica me advirtió que dentro de treinta años sería imposible observar las estrellas debido a la contaminación luminosa. Bueno, supongo que las tres décadas ya han pasado, pero fue una trancisión tan lenta que no me permitió siquiera recordarlo hasta hoy, tiempo demasiado tardío  en el que ya es imposible dormir. ¿Cuánto tiene que no salgo de este cuarto? No lo sé. También escuché de la ruptura de la sociedad, de lo innecesario que sería el acto sexual, el acto reproductivo. En un principio la iglesia, las religiones parecieron burlarse de la ciencia, pero las generaciones con fé ya murieron. Esos fueron nuestro padres. Nosotros nos quedamos a la deriva tratando de revolucionar el mundo. Primero legalizando las drogas, el aborto, tantos tabúes rotos. Derrocamos las instituciones y creamos nuevas, convencimos a los más jóvenes con la esperanza de un mundo sin lo que llamaban "moral", para fundar nuevos criterios que sabíamos, en algunos años serían superados.

Ahora de ellos es el mundo. Hoy he vuelto a advertir una estrella en el cielo, quizá alguien en alguna parte del extenso mundo soñó conmigo y recordó cuando éramos jóvenes y mirábamos las estrellas como gatos en las azoteas, cuando parecía rebeldía consumir narcóticos. En la secundaria me asombraba la revolución industrial, el siglo XVIII y la llegada de las máquinas, los medicamentos, la anatomía, la astronomía. Ahora no me logro cuestionar siquiera qué vendrá más adelante. Mi padre alguna vez dijo que todo lo imaginable era posible. Yo ya no tengo nada que imaginar.

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