sábado, 30 de octubre de 2010

¡Recordemos 
                    de una vez por todas que esto, estos conceptos y abstracciones,
                     son creación humana!

viernes, 29 de octubre de 2010

Hoy es día de esperar a que aparezcas en un sueño, 
tal vez vengas, 
tal vez la lluvia te traiga en un río de besos
y el viento alivie la humedad de tu carne golpeada

y esperando entre el tiempo la cura llegue
y el sol disimule su bello cuerpo entre las nubes
que con el pasar del tiempo se irán al oriente
hasta que en tu despedida ellas regresen
con la ráfaga del viento que te alejó de mi noche
y el trino de las primaveras retumbe entre montañas

cuando el calor me agote
tus dedos bailarines caminarán entre marfiles blancos o negros
la melodía de este clima, la hoja que cae
un álamo desnudo 
mientras África me abruma danzando rituales
invocando la lluvia, el río de besos
una opresora ráfaga de viento

sábado, 23 de octubre de 2010

"¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo conmigo!"

Un anhelo

No ser de nadie un bello recuerdo
pronto esfumarme y darme cuenta de la vasta
insignificancia de mi nombre
voltear con vista hacia el sur y contemplar
las llanuras desiertas donde intenté plantar un árbol
que nunca creció
Reducirme a las partículas del aire
evaporar tu perfume
borrarte, borrarte
de la manera que hoy no puedo

Devuélveme un solo favor
y vuelve a tu vida antigua
cuando yo sabía
de la vasta insignificancia
de mi nombre y tú eras un hombre
con la felicidad comprada

Soledad, aquí están mis credenciales
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo
creo que pasaremos juntas temporales
propongo que tú y yo nos vayamos conociendo


Aquí estoy, te traigo mis cicatrices
palabras sobre papel pentagramado
no te fijes mucho en lo que dice
lo encontrarás en cada cosa que he callado


Qué raro que seas tú quien me acompañe




viernes, 22 de octubre de 2010

21 de diciembre

                                                                                                   A María del Carmen Arenas Romero
                                  

Ya es otoño y la mañana me congela, moqueo. No quiero pensar en lo que el abominable invierno me traerá entre abrazos melancólicos y risas fingidas.
Yo no quiero que sea invierno, porque mi abuela ya no estará. Ni tampoco estarán mis ganas de morir de frío, ni de viajar, ni del derroche que me llega como única oportunidad.
El invierno es una cosa triste donde los animales huyen. Pero yo me tengo que quedar. Estoy harta de ser humana, de no tomarme la vida como algo serio, de jugar a resistir las heladas madrugadas esperando sólo el amanecer.
Hoy escribo desando que mi abuelita no se muera, quiero escuchar de nuevo que nada le parece, que la dejen comer dulces. Quiero ver cómo su autoridad ya no le importa a nadie y ahora ella tiene que obedecer. Quisiera cenar el 24 comida simple que pierde su simpleza con el sabor de la leña, del horno que mi abuelo fabricó. Pero este invierno es negro, es luto. Se me van las ganas de que llegue, se me van los días entre las mañanas heladas y las tardes pensando que algún día, en este invierno, posiblemente nevará.
¿Qué hará mi madre cada vez más vieja y pobre? Estoy cansada de aguantar el llanto y de que ella se resguarde en dios que es siempre tan injusto. Y mi padre con sus problemas, ausente, callado. Y mi hermano viviendo en un mundo que no conozco, triunfando en el amor, con preocupaciones que no entiendo.
Déjenme todos quedarme con los buenos recuerdos que ya ni entre sueños descubro. No me los arrebaten, pues ya está próximo el invierno.

lunes, 18 de octubre de 2010

Para escribir una carta amorosa, uno sencillamente debe aprovechar todos los recursos gramaticales, ortográficos, léxicos y demás que se nos vengan a la mente hasta que se esté conforme con lo que se quiere decir, sin olvidar al final un "te quiero" o "te amo" dependiendo los permisos que el remitente tenga con el destinatario.

No hay que olvidar hablar de los recuerdos para hacer entrar al lector en un estado nostálgico, de ese aire triste invadido por los suspiros. Es necesario también hablar de los pesares psicológicos, de la vida, de los acontecimientos sin el otro, de qué tan vacío es todo, del añoro y el deseo. No olvidemos los valiosos puntos suspensivos, las preguntas que tal vez nunca queden respondidas, de la culpa, el añorar un regreso de manera discreta, mesurada. Querer que el otro nos tenga confianza, o mejor aún, creerlo así.

Ser como un perro, sentirse querido. Hacerse la víctima si no hay respuesta, no quedarse con la horrible duda (¿y si ya no me quiere?). Quedarse exhausto, exprimir las palabras, hacerlas sonar lindas, amorosas, querer parecer únicos, querer convencer de que somos los mejores amantes, como si nadie jamás nos fuera a superar.

Releer el texto, borrar, corregir, reescribir, hasta que uno se maraville de las falsedades que están a punto de ser leídas por alguien más para rescatar la atención perdida, porque muy dentro todos sabemos que el pasado no tiene remedio.