Tengo fuego en mi interior,
una flama azul, incandescente, alimentada
por la leña de mis pensamientos
obscuros.
A veces, como fiera, deseo la muerte
de los corruptos.
Y la flama se extiende, quema los
pastizales de mi calma,
arrastra al monje que levita,
destruye las ramas secas,
donde reposa el ave de mi espíritu.
Llegan a mí deseos turbios
y pienso que estoy enferma
de rabia.
Sin embargo, existe un ser
de agua,
que como un Tsunami,
ahoga la furia y la tristeza.
Es ese a quien llamo Dios.
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