Llevabas un traje blanco,
al estilo de la isla,
esa primera vez que te vi.
Una camisa como de seda,
blanca con rayas verticales
en negro y plata.
Tu corbata ya sin apretar,
el pelo revuelto
y zapatos de charol.
Y estabas ebrio como scar face.
Yo ardía por dentro
y de cuando en vez
cruzamos miradas obscuras.
Tu mirada de abismo,
y la mía de golondrina.
Fuiste mi casa cuando atardecía,
yo penetré en la noche de tus labios
victoriosa de nuestro primer encuentro.
Y quise quedarme envuelta
en tu perfume de tabaco cubano,
pero la noche fue mermando en la mañana
y desperté del sueño,
aún con la miel de tu saliva
y tu carne clara
de arena blanca
de sal caribe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario